18 diciembre 2010

Una venganza arquitectónica





El Edificio Kavanah, ubicado a un lado de la Plaza San Martín, avanza como una enorme proa hacia la barranca.
Ocupa una manzana triangular, y lo separa del Plaza Hotel un pasaje privado, que desde 1984, lleva el nombre de quién lo hiciera construir, la Sra. Corina Kavanagh.

Un poco de data...

Inaugurado el 3 de enero de 1936, fue el primer rascacielos de Buenos Aires.
De hormigón armado, proyectado por los arquitectos Gregorio Sánchez, Ernesto Lagos y Luis de la Torre, cubre una superficie de 2400.mts2 y tiene una altura de 120 mts.
Con 33 pisos, subsuelo y azotea, 113 departamentos, cada uno con distintas comodidades y entrada privada, 13 ascensores, 5 entradas independientes, 5 escaleras, locales en la planta baja y estacionamiento resultó una verdadera novedad para la época.
De estilo racionalista, consta de un bloque central al que se le adosan, dos menores, y a estos, otros dos más pequeños.
Por su diseño escalonado, algunas de las unidades se prolongan en enormes balcones-terraza con magníficas vistas.
Recibió el "Premio Municipal a la Mejor Fachada" y otro a la "Casa Colectiva" por reunir las mejores condiciones de distribución e higiéne.
Desde 1999 es Monumento Histórico Nacional.

Algo de Historia...

Se dice que esta dama de origen irlandés, excéntrica y vanguardista, a los 39 años, vendió dos estancias, para poder adquirir el terreno y edificar el edificio.
Algunos sostienen que enemistada con la Iglesia Católica, eligió este predio para tapar la visión de la "Basílica del Santísimo Sacramento", otros hablan de una "pequeña revancha" hacia los Anchorena, (benefactores del templo, futuro sepulcro familiar), desde cuya residencia, el Palacio Anchorena, (hoy Palacio San Martín, sede del Ministerio de Relaciones Exteriores), se podía observar.
Cuentan que, un Anchorena se enamoró perdidamente de una Kavanagh (quizás la misma Corina?); de familia patricia el primero, de burgueses adinerados la última y en una época donde las clases sociales no se mezclaban, el romance no fue aprobado.
Fue así que, quizás como resarcimiento, Corina Kavanagh, mandó levantar su edificio con un único requisito: que impidiera la vista de la Iglesia...
Mito o realidad, lo cierto es que para observar la bella fachada del "Santísimo Sacramento" hay que pararse en el pasaje, que lleva su nombre...

Ver el mapa de la ubicación del los edificios mencionados en:
http://wiki.worldflicks.org/pasaje_corina_kavanagh.html#coords=%28-34.59565055,-58.3746931%29&z=20




Basílica del Santísimo Sacramento y Pasaje Corina Kabanahg

17 diciembre 2010

Nunca vayas a Parque Chas



Existe en el barrio de Parque Chas una manzana acotada por las calles Berna, Marsella, La Haya y Ginebra.
No es posible dar la vuelta a esa manzana.
Si alguien lo intenta, aparece en cualquier otro lugar del barrio, por más que haya observado el método riguroso de girar siempre a la izquierda o siempre a la derecha.
Muchos investigadores han intentado la experiencia formando grupos numerosos. Los resultados han sido desalentadores. A veces sucede que el paseante sigue en la misma calle aún después de doblar una esquina.
En 1957, un grupo de exploradores franceses desembocó inexplicablemente en la estación de Villa Urquiza.
Urbanistas catalanes probaron suerte formando dos equipos y partiendo cada uno en dirección opuesta. En cualquier manzana de la ciudad es fatal que los grupos se encuentren en la mitad del recorrido. Pero en este lugar no sucede tal cosa y hasta se han dado casos en que un equipo alcanza al otro por detrás.
Los más pertinaces han realizado excursiones a través de los fondos de las casas, con el resultado de aparecer siempre dejando a sus espaldas calles que no habían cruzado jamás.
En estas experiencias se descubrió que muchos vecinos son incapaces de indicar en qué calle viven. Asimismo existen casas que no dan a ninguna calle. Sus habitantes se alimentan de sus propios cultivos o de lo que generosamente les pasan por sobre las medianeras.
Los taxistas afirman que ningún camino conduce a la esquina de Ávalos y Cádiz y que por lo tanto es imposible llegar a ese lugar.
En realidad, conviene no acercarse nunca a Parque Chas.

"Perdidos en Parque Chas es la crónica de una frustrada noche de garufa"

Mandeb y sus amigos fueron invitados a un baile en
la calle Bucarest.
Desdeñando las advertencias de los hombres sabios, se internaron en el barrio sin salida.
Y ya se sabe lo que ocurre en Parque Chas: uno se pierde irremediablemente. Vale la pena transcribir unas líneas. "A eso de las doce, llegamos a la misma cigarrería. Ya era la quinta vez.
Como en las otras ocasiones, interrogamos al viejo que atendía. Sus indicaciones fueron nuevamente distintas. Loco de furor, salté sobre el mostrador y comencé a estrangularlo.
-Viejo mentiroso...¿cuál es la calle Bucarest? ¿Cómo se sale de este infierno?
El anciano acabó por confesar que no lo sabía. Muy compungido admitió que él mismo había desembocado en Parque Chas en 1939. No habiendo podido salir de allí, se resignó a instalar un quiosco, gracias al cual sobrevivía, aunque abrigaba el secreto anhelo de volver a Villa Crespo, barrio del que nunca debió salir."
Este capítulo finaliza con la providencial intervención de un taximetrero, quien si bien no acertó a llevarlos a la calle Bucarest, por lo menos los sacó -después de varias horas- a la Avenida de los Incas".

HISTORIA DE LA MANZANA MISTERIOSA DE PARQUE CHAS



Existe en el barrio de Parque Chas una manzana acotada por las calles Berna, Marsella, La Haya y Ginebra.
No es posible dar la vuelta a esa manzana.
Si alguien lo intenta, aparece en cualquier otro lugar del barrio, por m�s que haya observado el m�todo riguroso de girar siempre a la izquierda o siempre a la derecha.
Muchos investigadores han intentado la experiencia formando grupos numerosos. Los resultados han sido desalentadores. A veces sucede que el paseante sigue en la misma calle a�n despu�s de doblar una esquina.
En 1957, un grupo de exploradores franceses desemboc� inexplicablemente en la estaci�n de Villa Urquiza.
Urbanistas catalanes probaron suerte formando dos equipos y partiendo cada uno en direcci�n opuesta. En cualquier manzana de la ciudad es fatal que los grupos se encuentren en la mitad del recorrido. Pero en este lugar no sucede tal cosa y hasta se han dado casos en que un equipo alcanza al otro por detr�s.
Los m�s pertinaces han realizado excursiones a trav�s de los fondos de las casas, con el resultado de aparecer siempre dejando a sus espaldas calles que no hab�an cruzado jam�s.
En estas experiencias se descubri� que muchos vecinos son incapaces de indicar en qu� calle viven. Asimismo existen casas que no dan a ninguna calle. Sus habitantes se alimentan de sus propios cultivos o de lo que generosamente les pasan por sobre las medianeras.
Los taxistas afirman que ning�n camino conduce a la esquina de �valos y Cá�diz y que por lo tanto es imposible llegar a ese lugar.
En realidad, conviene no acercarse nunca a Parque Chas.

La dama de blanco....

El gigante de Once que salva vidas


Según cuenta una historia de larga data, por las calles de Once vaga un personaje de casi tres metros de altura que cuida a los habitantes del barrio. Este gigante "bonachón" ha salvado a víctimas de choques y ha espantado a más de un malhechor, o al menos esto es lo que narran los vecinos de Balvanera que confían en su presencia protectora.

Algunos afirman que este ser es el mismísimo Golem, un hombre artificial creado en el siglo XVI por un rabino de Praga, llamado Judah Loew ben Bezabel. Si bien la historia oficial habla de un solo Golem, otros afirman que Bezabel c
reó trece de estos humanoides de arcilla y que uno de ellos llegó a Buenos Aires, de la mano de un rabino, con los inmigrantes judíos.

De allí en más, la historia se bifurca en varias versiones: algunos cuentan que antes de morir el rabino encerró al gigan
te en una habitación a la que nadie puede entrar, que estaría en el anexo de un hospital, en Caballito. Otros creen que vive en un callejón oculto, que podría ser el pasaje Colombo o el Victoria. De una u otra forma, hay vecinos que aseguran que el gigante le salvó la vida a más de uno.

El extraño caso del Puente Uriburu


Los hechos no son muy conocidos. Casi podría decir que es una "leyenda urbana" que nació en los primeros años de este nuevo siglo.

Uso la expresión "Leyenda urbana" porque carezco de toda prueba fehaciente para hacer de este relato algo verdadero. Ni siquiera los indicios que pudieron darme las personas involucradas pueden conferir a este relato cierta veracidad ni pueden hacer de él una simple anécdota.

Tuve la oportunidad de escuchar este relato en voz de tres personas que lo vivieron. Por supuesto ninguna de ellas se conocían. Salvo en pequeños detalles (nuestra mala memoria siempre da matices nuevos a lo que nos sucede) los relatos son exactamente iguales. Para esta ocación solo transcribiré uno, que creo es el más interesante y el más detallado.
Esto sucedió en el Barrio de Nueva Pompeya. Más precisamente en la intersección de las calles Tilcara y Perito Moreno, un lugar por demás solitario y muy cercano a los límites de la Capital.
Fernando (vamos a llamar así a nuestro personaje) luego de una larga reunión familiar en el Barrio de Boedo, volvía a su casa en Lanus. Es necesario decir que Fernando sí había tomado alguna copa en esa reunión, pero no demasíado como para atribuir lo que luego le sucedió a ese desliz baquíco.

Venía solo en su viejo Renault 12. Tomó la calle Tilcara para luego salir al puente Uriburu. Era de madrugada, cerca de las cinco de la mañana. Notó que esa larga calle era demasíado oscura y solitaria, así que por precaución aceleró casi con indiferencia. En ese momento le vinieron a la mente innumerables cosas. Perdió atención sobre el camino y bajó levemente la cabeza. Cuando la levantó nuevamente notó sorpresivamente como una niña muy rápidamente cruzó la calle (unos dos metros antes de Perito Moreno) y se puso de frente al auto. Fernando instantáneamente frenó, pero ya la niña estaba muy cerca, el choque era inevitable. El auto se deslizo unos cinco metros. Fenando sintió un golpe muy fuerte e inmediatamente imaginó lo peor. Salió ràpidamente del auto a buscar a la pequeña. No encontró nada. Miró en todas las direcciónes, debajo del auto, caminó unos metros pensando que a lo mejor el choque la hubiese impulsado varios metros hacia algunos de los lados, pero nada. El silencio de la madrugada se hizo mas hiriente. Los ojos de Fernando brillaron de incertidumbre, tal vez de miedo. Eso fue lo que sintió después, según me cuenta. Luego de revisar una vez más volvió al auto y siguió su camino a casa.

El hecho terminó ahí. Pero no sus circunstancias.
Me interesé mucho en este asunto e hice una pequeña investigación. Visité el lugar del hecho y pude hablar con algunos vecinos de la zona. Lo que ellos me contaron fue esto.
Hace unos diez años, es decir a mediados de los años 90, vivía sobre la calle Tilcara (a pocos metros de Perito Moreno) una familia muy numerosa. Estaba constituída por la Madre y cinco hijos. El padre había abandonado la familia al nacer el segundo de sus cinco hijos, que eran cuatro varones y una mujer que era la menor. La pequeña se llamaba Rebeca y es el personaje central de esta historia.

Luego de que el padre se fuera, la familia tuvo que vivir de lo que pudo. Dos de los hijos mayores pedían ayuda en los colectivos aduciendo tener una grave enfermedad. Los otros dos estudiaban, aunque eran más las horas que pasaban en la calle que en la escuela. Solo quedaba la pequeña Rebeca que no asistía al colegio para ayudar a su madre en su humilde casa. Esta niña de unos nueve años de edad era maltratada salvajamente por la madre. Era tratada como una sirvienta. Apenas llegaban a la casa los hermanos mayores, Rebeca era golpeada por ellos si no tenia listo lo poco de comida que había. En general ella no comía, sino una dos o tres veces por semana. Esto fue así por muchos años.

Cuando Rebeca cumplió los doce años, intentó escapar pero sin existo. La paliza que se ganó por esa osadía fue el principio del final.
Una noche de invierno, luego de un día agotador de maltratos e indiferencia, Rebeca empezó a preparar la cena. Era una sopa que había preparado con un trozo de pollo que había comprado la semana anterior. Lo sirvió y ella se quedó sin comer, como casi siempre. Se puso enfrente de la mesa y ante la vista de todos bebió una gotas de arsénico que había conseguido por algunos favores. La pequeña Rebeca cayó inmediatamente al piso y luego de algunos segundos murió frente a los ojos de su familia.

La noticia de la muerte de Rebeca fue un gran dolor para el barrio. Y solo fue noticia en una pequeña columna del diario "Crónica."
Pude conseguir una foto de Rebeca que luego se la mostré a Fernando. Inmediatamente me dijo que era la chica que se le había cruzado esa madrugada. Mi sopresa fue grande y tadavía me sigo preguntando cual fue la razón de esa aparición. Vecinos de la zona me dicen que todavía, en las madrugadas frías de Julio, se la puede ver cruzando la calle o caminando por el déposito de chatarra que se encuentra cercano al lugar.
Esa es la historia. Un poco triste tal vez. Espero que esa pequeña, este donde esté, pueda encontrar el lugar que no encontró en este diminuto lugar que llamamos tierra, continente, país, provincia, barrio...
Este artículo es una colaboración de Cronopio.Gracias.